19.8.09

Historias de Plinio. Diario de un vendedor de postales. El vampiro Ismael.

Hoy tenía pocas ganas de levantarme, anoche estuve jugando al ordenador hasta altas horas de la madrugada y lo que menos me apetecía era ponerme el uniforme de la tienda y esperar a que vengan los mismos cotillas a mirar postales, o los tres viejos que a veces compran una postal de épocas pasadas sólo para tener ese contacto con su historia. Pero cuando he llegado a la tienda la cosa se ha animado un poco; León me ha pedido que me encargase de clasificar y meter en sobres de plástico las postales que había traído la semana anterior -¡No las toques sin ponerte guantes!- me gritó antes de que llegase a la trastienda -tú y todos los cretinos que pasan por aquí pensáis que esta tienda es una chufa, pero no por eso deja de ser importante el respeto por el material con el que trabajo...- León siguió con un discurso del que desconecté enseguida. La trastienda del local era un lugar impregnado por un olor a madera reseca y con esa particularidad de los lugares atestados de objetos en los que el sonido parece comprinmirse en si mismo. Cajas llenas de postales envejecidas, todas ellas sin sobre de plastico... brillante, ese sería mi trabajo de hoy, cojí tal y como me dijo León la caja de la semana anterior, un taco de sobres de plático y me puse a trabajar. Durante un rato estuve comportándome como un autómata sin fijarme en las postales, hasta que me cansé y empecé a leer algunas de ellas. La mayoría eran recuerdos de viajes en los que familiares y amigos se cuentan banalidades, otras parecían más cargadas de emotividad, pequeñas broncas por escrito, deseos, condolencias... Pero entre todas había algunas que me parecieron muy especiales. No se si formaban parte de una tomadura de pelo pero no pude evitar hacerles una foto. La primera que hice fue una postal de Ismael, en la que se despedía de sus padres.

"Queridos papá y mamá"

Se que esperáis que regrese a casa un día de estos p
ero me temo que me va a resultar imposible. Puede parecer una locura pero tenéis que saber lo que soy o más bien en lo que me he convertido. Cuando aquella noche de noviembre salí a tomar algo con mis amigos me topé con un vampiro. Se que es una locura pero desde entonces sólo vivo de noche, me alimento de sangre y me mantengo eternamente joven (esos aún no se si es verdad, pero me siento genial).
La foto de la postal corresponde con un lugar muy cercano a dónde me refugio. Por favor, no vengáis por aquí y no tratéis de encontrarme. Soy feliz con mis nuevos amigos y al margen de estar muerto, creo que lo de ser vampiro es una buena idea.
Considerad que al menos aquellos que mueren del todo no tienen la oportunidad de despedirse de sus seres queridos.

Un eterno abrazo de vuestro hijo
Ismael
25-5-07

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