29.4.13

Viento nocturno

Acabo de desvelarme, ha sido un día ajetreado y creo que la dosis de Monster de esta tarde seguirá en mi organismo. Pero la razón de estar ahora escribiendo es la insistencia con la que el viento golpea las persianas de mi habitación.

Que haga viento es algo normal, natural y nada extraño, puede que en esta época no deba hacer tanto o que este frío sea un fenómeno poco común en estos días de abril. Pero la reflexión viene a mi cabeza, nosotros hemos cuantificado estos fenómenos, desde que empezamos a observar las estrellas, la luna, el sol y los movimientos de la Tierra, hemos tratado de ordenar y dar sentido a los ciclos que observamos. Pero esta noche tan desapacible en la que el viento protesta quisiera remontarme a los años en los que ni siquiera estábamos en cuevas, imagino los días en los que los dinosaurios caminaban en esta Tierra y me sumerjo en el sonido que debía rondar en cada rincón del planeta, el crepitar de volcanes, el batir de alas de aquellos grandes pterodáctilos y pienso que pese a la imperante caza de los depredadores todo debía estar en un apacible equilibrio con sus momentos de caos natural sobrevenido tras épocas de calma. Me pregunto si este planeta volverá a estar tan tranquilo, sin esos pequeños parásitos que arruinaron su entorno con miles de herramientas para su bienestar. Pienso en esas cosas y ya no siento ninguna simpatía por las grandes creaciones de la Humanidad, ni me importa la música ni me parece relevante la curiosidad. Ahora que escucho el viento siento una extraña solidaridad hacia lo que es su día calificaron como espíritus de la naturaleza, ese extraño poder incontrolable que irrumpe en cada recoveco de este pequeño trozo de tierra. No trato de ser reflejar una negatividad con respecto a la vida, todo lo contrario, me maravilla lo que ha sucedido aquí, esa brillante casualidad que flota en el espacio lo suficientemente cerca de una estrella como para tener ese privilegio. Y una vez lo piensas, cuando eres consciente de donde estás, percibes lo extraño y maravilloso que eres, que formas parte de un todo que late día a día y por un segundo deseas cuidar de todas las cosas que pertenecen al planeta. Entonces saliendo del ensueño vuelves a darte cuenta que el viento golpea las persianas, que esas persianas te protegen del viento, del frío, te das cuenta de que probablemente morirías expuesto a las inclemencias naturales y llegas a la conclusión de que como especie, no deberíamos estar aquí, que hicimos trampas y que nos hemos aferrado a una existencia prestada. Por mucho que nos empeñemos, no dominamos la Tierra, creo que más bien nos aferramos a ella desesperadamente sin formar parte de la misma. Alguna vez estuvimos cerca de comprender esa pertenencia, pero el legado de esa filosofía fue aniquilada por buscadores de sueños y de grandeza, sea lo que sea eso.

Sinceramente, nuestra conciencia debe volver a ese punto de inflexión, somos muy extraños, somos muy ajenos a todo lo que sucede al márgen de nuestra preciada e inútil civilización.

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