10.3.17

La Danza de las Atrocidades II: Duplicado

Las pisadas eran cada vez más claras, a medida que penetraban en su cabeza el espacio se estrechaba, las luces perecían en un delirante vaivén de color.
- No deberías correr tan rápido, Johnny - dijo una voz penetrante que parecía salir de su propia cabeza.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? Ni siquiera me llamo Johnny. Nuestro amigo empezó a girar sobre sí mismo como un perro azuzado y maltratado.
- No te escondas, estás a simple vista Johnny, no hay manera de que me veas y siempre te voy a vigilar de cerca. En cuanto a lo que quiero es muy sencillo: quiero ser tú una vez más.
- ¿De qué coño hablas? No creo que quieras seguir esta broma
- No es una broma, Johnny, he venido a relevarte en tu pesada tarea de ser perfecto a ojos de los demás.
- Yo no soy perfecto...
- Y una mierda Johnny, eres todo lo que quiere ser todo hijo de vecino. Amable, leal, cariñoso, justo, delicado... Una buena dosis de bondad en un cuerpo humano, Johnny, una buena dosis de Dios.
- ¿Qué cojones quieres de mí?
- Quiero que entres ahí - Una luz mortecina se iluminó en uno de los oscuros portakles de la calle. - Venga Johnny, será sólo por un breve período de tiempo, ni te enterarás de que me he ido.
- ¿Y si no lo hago?
- Si no lo haces sufrirás un terrible dolor antes de salir de la calle, Johnny, un terrible dolor. Y tú no quieres eso. Entra, haz el favor, entra, entra, ENTRRAAAAAAAAA!
 Nuestro amigo cayó al suelo como un peso muerto, el suelo se abrió tras el y no dejó de caer entre negras bocas que le engullían y le hacían perderse en un horror de silencio y olvido. Cuando despertó se encontraba tumbado en un pasillo, había tres puertas, todas cerradas, el goteo de un grifo y el maullido de un gato, sus únicos compañeros. La vocecilla irritante había cesado, ya no le pedía su identidad.
Nuestro amigo trató de abrir la primera puerta. La calle era fría como un invierno sin sol, a lo lejos las luces del verano le invitaban a ir más rápido que nunca en su vida. Corrió, se dejó la piel y llegó a la calle. El bullicio era menor, ya era muy tarde para las fiestas de verano. Las dos de la mañana y ni un alma en la calle. Siguió corriendo hasta llegar a su calle, abrió el portal, la puerta de su casa y entró. Todo estaba en silencio, ni un sonido, tan solo una nota en el suelo de la entrada. "Oh Johnny, me he llevado a tu familia a conocer el verdadero significado de la vida, espero que no te importe. Prometo cuidarles muy muy muy bien, jajajajaja".
El cuerpo de nuestro amigo empezaba a temblar de terror. ¿A dónde habría ido ese canalla? Trató de penetrar en su mente por si tuviese alguna pista subconsciente que le ayudase a encontrar el destino. Pronto lo vió claro: el lago, su lugar predilecto de vacaciones, allí donde estaban los recuerdos más felices. Cuando dió con esa idea no pudo evitar escuchar una especie de tintineo en su cabeza, luego, la voz de aquella presencia que pretendía arrebatarle todo: "Recuerda que voy siempre tres pasos por delante, recuerda que tu caminas mientras yo voy corriendo, estás a punto de conocerte de verdad, nunca te volverás a ver un espejo sin verme a mí"

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